Críspulo es un duende pequeño y encorvado, como una especie de garrapata gris.
Cuando los niños duermen o están distraídos, se cuela entre sus cabellos y anida allí unos días, a veces, semanas.
Críspulo espera paciente su oportunidad, y cuando el niño se siente ilusionado ¡plas!,
Comienza con aquello que más le divierte, robar.
Sí, lo que más le divierte a Críspulo es robar, roba la alegría, los sueños, la ilusión y la confianza.
Federico tuvo la oportunidad de conocerle y veréis lo que paso.
Federico tenía un balón estupendo, regalo de sus papás y muy ilusionado salió al patio a jugar con sus amiguitos. Durante un buen rato disfruto de las patadas y los remates de cabeza, con los penaltis y pasando el balón a sus compañeros. Y cuando mejor se lo estaba pasando, Críspulo empezó a susurrar.
- Eres un inútil- le decía con su vocecita chirriosa. - No sirves para nada.
- Nunca meterás un gol.-.y Federico se iba poniendo cada vez más colorado
- Eres torpe, torpe, torpe.
Federico intentó no hacer caso, y se pasaba la manga de la camisa por la cara, frotándose los ojos, pero Críspulo seguía y seguía murmurando sin darle tregua. Entonces Federico, con lágrimas en los ojos, corrió en busca de su balón, lo cogió y bajo la mirada de sorpresa de sus amigos, salió corriendo a esconderse bajo la escalera.
Críspulo reía satisfecho, había conseguido su propósito y además se estaba pegando un buen festín, pues lo que más le agradaba era un buen plato de sopa de lágrimas y mocos.
Pero algo ocurrió, en un instante, Federico dejó de llorar, Críspulo no daba crédito a lo que pasaba.
Una pequeña mariposa azul se había posado sobre el balón de Federico y luego sobre su rodilla, en los dedos, en las orejas. Viéndola volar, a Federico se le habían olvidado los malos pensamientos y comenzó a reír y reír. La mariposa giraba, subía, bajaba , y después de rozar con su ala el rostro de Federico se elevó hacia el cielo.
Entonces, Federico cogió de nuevo su balón y corrió al campo donde sus amigos le esperaban.
Críspulo, enormemente contrariado, resbaló de su cabello y cayó al suelo sobre en un enorme charco de barro.
Si algún día, Crispulo te susurra en la oreja, sacude bien la cabeza y rié, rié sin parar.
Carmen Galiana. Taller de Cuentacuentos Noviembre 2015
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